Se atribuye al sabio Emperador Amarillo (Huangdi), que vivió 2.500 años a.d.c, un pensamiento sobre el líder: <<Mal líder es al que el pueblo odia y líder excelente es cuando el pueblo dice: esto lo hicimos nosotros>>
Hacer que logren otros, crear condiciones para que logren, es uno de los tres motores de la necesidad (McClelland “Logro-Afiliación-Poder”) pero ya vemos que esto es desde siempre preocupación de la calidad de liderazgo.
Hacer que otros compartan visión, que sean inspirados, que se les pueda influir y movilizar a retos ambiciosos… son algunas cualidades de liderazgo. Si examinamos cuanto hay en el liderazgo de mirada hacia afuera, de acción decidida hacia otros en comparación con el trabajo de “laboratorio propio personal”, veremos que este último es escaso.
Platón en sus diálogos nos insiste : <<Quien posee el arte de dirigir su propia vida, también sabrá dirigir de manera excelente las de los demás>>. Parece congruente lo anterior pero esta congruencia se pierde con mucha frecuencia cuando de liderazgo se trata. Solo hay que ver los modelos de liderazgo radicalmente materialistas donde todo se reduce a comportamiento hacia otros. Comportamiento sin introspección, sin reflexión, sin elaboración personal. Por decirlo de una manera coloquial: sin hacer alma. Es el liderazgo que más fracasos ha producido enmascarado con logros cortoplacistas que orillaban el concepto de empresa. Es un liderazgo que ha reducido la persona a un racimo de comportamientos, sin posibilidad de transformación, de ensanchamiento o de rehacerse desde sus propios recursos.
La crisis del 2007 ha puesto sobre la mesa una visión del liderazgo nueva: en parte porque algunos modelos cómodos y muy usados, mostraron que claramente no funcionaban. Modelos tan perfectos e ideales como fríos. La nueva visión de un liderazgo centrado en la persona, transformacional, se veía como “una rareza amable” en los 80, pero hunde sus raíces en los clásicos. En el diálogo Eutidemo de Platón (Jacques Brunschwig), habla del arte de gobernar y arte de dirigir personas a quien llama de manera hermosa Arte Real.
Platón nos va repitiendo en otros diálogos que la virtud personal y la justicia han de ser virtudes para quienes gobiernen a otros. Es posible que líderes excepcionales aporten “de salida” condiciones genéticas (como parece que identifican algunos científicos después de estudiar siameses) que los predisponen al liderazgo. Pero es seguro que solo los que han trabajado el Arte Real, el arte de transformarse y mejorarse pueden liderar a otros para logros importantes, retos ambiciosos y despliegue de valores.