Durante la Edad Media, el inmenso Tolkien nos lo recuerda, eran poco especulativos con las transformaciones personales. O te atrevías a transformarte o renunciabas, pero la vía intermedia, la de leer experiencias de otros y seguir leyendo y…
Esa vía no era apreciada. Durante tres siglos, en los “romans” franceses e ingleses, se hacía referencia al “Juego de las decapitaciones”. Tolkien fue con Gordon, un colaborador, quien publicó en 1952 el manuscrito “Sir Gawain y el Caballero Verde”. En este luminoso documento hay un episodio sobre el gran cine que había mucho antes del cine. Juzgad vosotros. Es Navidad. La Corte de Arturo está reunida en fraternidad y armonía en torno a una mesa con deliciosos alimentos. Inesperadamente la escena queda partida de un tajo: se abren las puertas y entra desafiante un caballero a caballo con una rama de acebo en una mano y una afiladísima hacha en la otra. Propone un sombrío y extraño juego: “El Juego de las Decapitaciones”.
Quien acepte el desafío podrá cortarle su cabeza y , pasado un año, volverá a cortar la cabeza de quien se la cortó. Todos enmudecen y es Arturo quien acepta el reto. Pero su sobrino Gawain pide a su tio Arturo reemplazarlo… Corta Gawain la cabeza del Caballero Verde quien una vez asestado el golpe recobra su cabeza que rueda por el salón, la sujeta por los cabellos y antes de marcharse al galope recuerda a Gawain el pacto: volverá en un año para decapitarlo.En esta escena hay gran cine: irrupción de lo inesperado, trama, intriga, manejo del tiempo, movimiento rápido, presentación de personajes y… .una estética insuperable.
Este “Juego de las Decapitaciones” es un manantial de riqueza inagotable y una propuesta para que las personas sinceras que afronten la experiencia de la transformación -no parece ser un doctorado en símbolos sino una escena de pura acción- , puedan dejar salir de su interior otra naturaleza e identidad ocultas. Tolkien sabía que este símbolo extraordinariamente poderoso pervive hoy. En Oriente y en Occidente. En el vapuleado Occidente se puede encontrar en el ritual francmasónico de tercer grado, la maestría. Pero no es el único vestigio. ¡Coraje y Juego a los que se encaminan sin ruido a su propia transformación!
Solo han de estar alerta de la capacidad de contagio de los “Transformadores de salón”. Éstos últimos, lo saben todo, lo conocen todo, lo tienen todo porque atesoran mapas secretos… pero su realidad es otra: jamás pasaron de la puerta de su sala de estar y nunca sabran que se siente al llevar colgando la propia cabeza de los cabellos. Pues éso… Señoras y señores ¡HAGAN JUEGO!