Por Maudy Ventosa
Para todos los navegantes extraviados, o los que tienen tendencia a desviarse, este libro de pequeños relatos con mensaje, de José Miguel Guallar, Magister navis – publicado por Hilatura, estudio editorial-, puede convertirse en una excelente brújula. Sobre todo para los tipos solitarios… porque solo hay tres clases: muertos, vivos y marinos… Diez relatos más un prólogo, y una necesidad de compartir que puede ser redentora, porque el escribir me producía huecos y me liberaba… Me cuenta, que escribir le ha dado la oportunidad de sacar fuera personas que le han acompañado, y las fuertes mujeres de su vida: el entusiasmo –motor- se lo aportó su madre; el afán de querer avanzar, su abuela… La época dichosa de la infancia con cascadas, abejas y valores para introyectar, se la regaló su abuelo.
Es agradable y fácil charlar con José Miguel, Consultor de Estrategia Organizacional y Transiciones, que ha pasado la mayor parte de su vida profesional asesorando a directivos; que ha vivido tránsitos dolorosos; que se ha caído y levantado, aprendiendo que caerse es la mejor ocasión que tenemos de reconstruirnos. Dice que uno se conoce mejor cuando se cae y se levanta, y que si se produce una bifurcación, hay que tomarla, porque hay que ver siempre caminos abiertos.
Guallar habla de tensión, de emociones, de intuición, de miedo, de libertad y seguridad, de pérdidas, de renuncias, de suicidio, de sentir… y de encontrar significado a la existencia.
No hay vida sin tensión. No hay descubrimiento sin tensión. No hay enamoramiento sin tensión… para el autor; es seguro que existen muchas personas que han decidido vivir como zombis, sin miedo, sin emociones. Han quitado ese punto maravilloso a la vida. Es el capítulo dedicado a la “Divina tensión”, en el que manifiesta que la ausencia de tensión adormece la creatividad. Si eliminamos la tensión, si eliminamos el miedo en aras de la seguridad, ¿qué mecanismo de evitación de un peligro nos quedará?. El miedo es una emoción primaria que nos avisa de una amenaza. Hablar de control del miedo, de gestionar el miedo, de erradicar el miedo, ¡es de una incultura brutal! El miedo no hay que erradicarlo, hay que conducirlo. Ocurre también cuando amamos. Amar siempre es un riesgo… cada vez que tienes una oportunidad, surge el miedo, pero, ¿se puede vivir sin amar?.
Uno de los relatos más especiales es, sin duda, el que da título al libro, “Magister Navis”. Es el más personal y donde el autor desnuda su alma; donde confiesa el tipo de solitario que es y cómo cada uno se sitúa ante el dolor. Primero hay que aceptarlo y después, utilizarlo como impulso. ¡Atrévete! ¿Quieres dolor? No lo merodees, entra por el puto centro y entra para alargar la mano; necesitas esa energía cruda que es el dolor, necesitas todo, ¡pero tienes que atreverte! Administrar el dolor, entablar un dialogar con el, querer ese dolor, esa tristeza… pero después ¡hay que dar el taconazo! Se acabó el llorar por las esquinas, se acabó el pobre de mí. Es mi dolor y yo soy su dueño y yo seré quien lo trabaje… Sabe muy bien que las personas que solo manifiestan tristeza acaban provocando rechazo en los demás porque conlleva pesimismo, falta de ánimo…y nadie quiere contagiarse. José Miguel lo acepta y lo utiliza como impulso. ¡Ojala, cada uno de nosotros fuéramos capaces de enfrentarnos y gestionarlo de la misma manera! Afirma que el punto de movimiento de la vida está en la emoción, esas emociones que siempre, tanto sesudos directivos como gente de a pie, ha intentado eliminar en la toma de decisiones. No podían aflorar porque nos harían vulnerables. Teníamos que tener todos los datos y no dejar hueco a la intuición ni a la emoción. Por suerte, ahora somos capaces de reconocer que no podemos apartar las emociones de nuestra vida, ni dejar de sentir, aunque seamos incapaces de expresarlas.
Habla también de la depresión endógena -esa que no se produce de manera reactiva ante un sucedo imprevisto y doloroso- que puede derivar en un suicidio… de cómo el suicidio de Emilie es un puro acto de amor; de que en un suicidio, el sonido del silencio suena diferente… y te aturde… de Stefan Zweig y su compañera; de Ernest Hemingway, David Foster, Virginia Woolf, Robin Williams… y de tantos otros a los que les resultaba más difícil vivir que morir. Respeto absoluto.
Vuelvo a releer cada capítulo, y subrayo como en mis tiempos de universidad. Y apunto frases que me mueven y remueven. Y encima finaliza con Viktor E. Frank, cuyo libro “El hombre en busca del sentido” me acompaña desde hace muchos años como si de un talismán se tratara, porque se enfrenta al sufrimiento con esperanza en el ser humano y es capaz de encontrar significado a la existencia a pesar del padecimiento más terrible. Encuentra razones para seguir viviendo, porque como dice José Miguel, tenemos el derecho de cambiarnos a nosotros mismos.
Ahora ya tengo dos libros de referencia, el de Viktor y Magister Navis; yo, que también tengo tanta tendencia a desviarme…
Maudy Ventosa y José Miguel Guallar